martes, 21 de junio de 2016

El mito del mes: junio



Si en el calendario romano una de las etimologías de Mayo se relacionaba con los mayores, Junio es el mes dedicado a los jóvenes (iunior) en honor a la esposa de Hércules, Iuventas o Hebe (imagen). Y la razón la ofrece la misma Iuventas: “Esta tierra me debe también algo en nombre de mi gran esposo; aquí condujo él las vacas que había apresado; aquí tiñó de sangre la tierra aventina Caco, inútilmente protegido por las llamas y las dotes que le dio su padre” (Fastos VI.75-80).

No obstante, la etimología más popular hace derivar el nombre de este mes de la diosa Juno, la Hera latina, que fue hermana y esposa de Júpiter, el Zeus latino. La misma diosa así se lo confiesa a Ovidio: “Pero para que no lo ignores ni te veas arrastrado por el error del vulgo, junio ha tomado el nombre de mi nombre” (Fastos VI.25).

Las últimas etimologías tienen denotaciones políticas. Una hace derivar el nombre del verbo iungere, ‘unir’, pues en este mes se produjo la unión de dos pueblos hasta entonces enemigos, los romanos y los sabinos. La otra, de Lucio Junio Bruto, fundador de la República romana que expulsó al último rey, a Tarquinio II el Soberbio. Así describe Plutarco a este rey:

El pueblo, lleno de odio contra Tarquinio el Soberbio, que no había logrado el poder honradamente, sino de manera impía e ilegal y que no lo ejercía como un rey, sino con insolencia y al estilo de un tirano… (Plutarco, Publícola 1.3; traducción Aurelio Pérez Jiménez).

La fiesta que resaltamos en esta ocasión es la Carnaria, en honor de la ninfa Carna (o Crane), hermana de Febo (Apolo). Siempre rechazaba a sus pretendientes con la misma triquiñuela. Tras ellos declararles su amor, ella les contestaba: “Este sitio tiene demasiada luz y con la luz me da vergüenza; más bien, si me llevas a una cueva apartada, yo te sigo”. Y mientras ellos se dirigían hacía esa cueva, ella, que se quedaba tras ellos, se perdía entre los matorrales sin posibilidad de ser encontrada más tarde. Sin embargo, un día se presentó el dios bifronte Jano como pretendiente y, cuando Carna quiso repetir la jugada, él vio dónde se escondía y la atrapó entre sus brazos. Para recompensar la pérdida de la virginidad de Carna, Jano le regaló el derecho sobre los goznes y una espina blanca con la que repeler de las puertas los agravios. 

En esta fiesta se recuerda la ocasión en la que la ninfa tuvo que usar esa espina blanca. Existían unas aves feroces, conocidas como ‘vampiros’ (striges), que bebían la sangre de los niños. Un día se metieron dentro de la habitación de Proca y lo hicieron su víctima. La nodriza poco o nada podía hacer, por lo que recurrió a Carna, la cual “tocó tres veces consecutivas las jambas de la puerta con hojas de madroño; tres veces con hojas de madroño señal6 el umbral. Salpicó con agua la entrada (el agua también era medicinal) y sostenía las entrañas crudas de una marrana de dos meses”. Ofreció a estas aves las entrañas del animal a cambio de la vida del niño y a continuación colocó una vara tomada de la espina de Jano donde una pequeña ventana iluminaba la habitación. Las aves se alejaron y el niño se recuperó.

 Durante estas fiestas se come tocino grasiento y habas con espelta caliente, pues, de acuerdo a Ovidio: “Ella es una diosa antigua y se alimenta con la comida que acostumbraba antes, y no es golosa como para desear manjares de importación”.

Durante el mes de Esciroforion se celebraban en Atenas unas fiestas que servían de preludio para otras mayores. Las fiestas eran las Arretoforias y en ellas cuatro niñas de entre 7 y 11 años, escogidas por el arconte ‘Basileus’, recreaban la fiesta de las Tesmoforias, pero sin conocer el misterio. Éstas vestían ropas blancas y complementos dorados. Durante cuatro días estas niñas vivían encerradas en el templo de Atenea; uno de los días portaban sobre sus cabezas objetos sagrados que la sacerdotisa de Atenea les daba, objetos que las niñas desconocían qué eran. A continuación descendían por una gruta subterránea, que se encontraba cerca del santuario de Afrodita, portando una antorcha. Tras conseguir un objeto también oculto (estaba envuelto), regresaban a la superficie. 

Probablemente, y de acuerdo a algunos investigadores, para acallar la curiosidad de las niñas por saber qué eran esos objetos sagrados, se creó la historia de las hermanas a las que Atenea les encomendó el cuidado de una cesta pero les prohibió abrirla. Ellas, picadas por la curiosidad, la abrieron y descubrieron la serpiente gigante que protegía a Erictonio, el hijo de Atenea. Estas hermanas, como castigo se volvieron locas y se arrojaron desde la Acrópolis. 

Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO

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